Al acabar, Xavi Bobés, el creador de Cosas que se olvidan fácilmente, nos pidió expresamente que no contáramos nada del espectáculo que acabábamos de presenciar. Es justo que así sea. Este espectáculo concebido para 5 espectadores en cada pase (sí, ¡solo 5 espectadores!) es una pequeña joya inclasificable del teatro de objetos a la que debe acudirse con total desconocimiento y muchas ganas de jugar y dejarse sorprender.
Sin embargo, y dado que este blog no es más que mi forma de no olvidar fácilmente todo lo que veo en el teatro y, en especial, las cosas que me emocionan, quería dejar constancia aquí de dos cosas:
- Cosas que se olvidan fácilmente me llenó de una felicidad inesperada que hacía tiempo que no experimentaba, me hizo recordar y sonreír y, de alguna manera, me devolvió unas tardes de domingo que creía que nunca jamás volvería a vivir.
- No conocía a Xavi Bobés ni su trabajo, pero tened por seguro que, de ahora en adelante, pienso tenerlo muy pero que muy controlado.
Supongo que deciros que, si tenéis ocasión, no os la perdáis es, en este caso, una obviedad mayúscula.
Pues eso.