Bodas de sangre

En poco menos de una semana, Bodas de sangre se ha convertido en un fenómeno. Entradas agotadas, gran expectación ante una reposición en septiembre, que hizo que la gente se plantara ante el ordenador a comprar entradas como los fans de Bruce Springsteen cada vez que viene a Barcelona, voces que la coronan como “lo mejor de la temporada” (aunque a estas alturas ya van unos cuantos mejores de la temporada, claro está) y, en general, un entusiasmo desbordante y desbordado.

Sin embargo, lo que ayer vi en la Biblioteca de Catalunya no me pareció merecedor de tanto. Bodas de sangre es un texto precioso, sí, una de esas maravillas que solo Lorca podía firmar, y, a estas alturas, Oriol Broggi ya se sabe todos los trucos para convertir la Biblioteca en una olla a presión, pero, en mi opinión, el montaje tiene problemas, y no pequeños.

En primer lugar, de reparto. Que Clara Segura y Nora Navas son dos actrices como la copa de un pino es innegable, pero ¿por qué hace Segura el primer monólogo de la madre si después va a llevar el personaje Navas? ¿Es un pentimento? Tanto Segura como Navas serían una elección magnífica para ese papel, pero, una vez nos hemos decidido, ¿por qué cambiar? Solo se me ocurren dos motivos: un deseo irrefrenable de Broggi de trabajar ese monólogo con Segura (en detrimento de Navas) o una extraña insinuación edípica que no me acaba de encajar en el contexto.

Sin embargo, aunque ambas actrices son ideales en el papel de madre, creo que Segura no era la mejor opción para dar vida a la Novia. Los protagonistas de Bodas de sangre son muy jóvenes (22 años ella, se dice en el texto) y tienen que serlo. La pasión de la carne, la obsesión con la honra, la locura de jugarse la vida por un calentón (que no es otra cosa lo que sucede en la obra) pierde credibilidad cuando la actriz protagonista tiene edad, experiencia y dobleces. Segura es una dama del teatro, pero no es ingenua, y, además, empezar haciendo de madre no le ayuda. Su energía era la de una mujer madura, desconcertada, pero madura. Lo mismo le sucede a Ivan Benet a quien, además, le faltó en mi opinión más garra, más hombría, ser capaz de mostrar por qué la Novia lo deja todo y se va con él. Pau Roca sí consigue ese efecto, quizá demasiado. Por momentos, pensé que lo mejor que le podía suceder al montaje era que ambos se intercambiaran los papeles.

La puesta en escena, sencilla, sin apenas escenografía, daba todo el protagonismo a la palabra, a los versos de Lorca, unos versos que, en mi opinión, sonaban demasiado declamados, a un ritmo excesivamente lento y lleno de silencios que, en ocasiones, interferían incluso con la comprensión. El resultado era una sensación de cuadro plástico, hermoso, pero lejano, como si lo que sucediera en escena estuviera allí solo para ser mirado o admirado, no para ser vivido. Por otro lado, Broggi ha decidido poner un caballo en escena, y entiendo el motivo que lo ha llevado a pensar en ello. El caballo es uno de los elementos simbólicos más importantes en la poesía de Lorca. El caballo es la libertad, la raza, la sangre, la pasión. El caballo es Lorca, y por eso suele aparecer en todos los montajes (en El público eran actores desnudos, en Federico García, una proyección y un bailarín de flamenco al unísono). Pero el caballo de Bodas de sangre es manso. Aparece en escena siempre embridado y conducido (desde el suelo o montado). No es una fuerza de la naturaleza que irrumpe y nos maravilla, es un animal doméstico que obedece. Su presencia es impresionante, pero su peso escénico no.

La música en directo acompaña todo el montaje y resulta a ratos interesante pero a ratos también repetitiva, y con algunos cambios de registro desconcertantes.

El resultado es un montaje irregular, con momentos de gran belleza, pero que no logra emocionar. Con un buen reparto, mal repartido, y una puesta en escena tan sencilla como efectista (sin olvidar la proyección de la boda, lanzada contra una cortina que partió el espacio en dos, que a mí me pareció más bien un anuncio de embutido). Un resultado, en fin, muy alejado de lo que podría haber conseguido un director como Oriol Broggi con una tragedia de esta categoría.

 

Bodas de sangre

Autoria: Federico García Lorca. Direcció: Oriol Broggi. Interpretació: Ivan Benet, Nora Navas, Pau Roca, Clara Segura, Montse Vellvehí i un cavall. Composició musical: Joan Garriga. Interpretació musical: Joan Garriga, Marià Roch i Marc Serra. Escenografia: Oriol Broggi. Vestuari: Berta Riera. Disseny de la il·luminació: Pep Barcons. Disseny del so i concepció sonora: Damien Bazin. Disseny del vídeo: Francesc Isern. Ajudantia de direcció: Anna Castells. Producció: La Perla 29.

Sala: Biblioteca de Catalunya. Data: 21/06/2017. Fotografia: (c) Bitó Cels.

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