Después de años de crisis (lo llamo crisis por aquello de abreviar pero todos sabemos de qué hablamos), mucha gente ha optado por el autoempleo para intentar salir adelante. Ser autónomo cada vez es menos una vocación y más una necesidad, a menudo impulsada por un despido o la imposibilidad de encontrar un trabajo. Tan triste como cierto.
Y ese es el punto de partida de Autónomos, dos oficinistas (que trabajan en una oficina paradisíaca, por cierto) que de la noche a la mañana son despedidos y se enfrentan a la realidad: apenas hay trabajo y el que hay es de mierda (perdón por la expresión).
Ante la disyuntiva, uno de ellos acabará de teleoperador y el otro emprenderá la búsqueda de una nueva vocación y, a continuación, la aventura de hacerse autónomo.
Con solo dos intérpretes y un excelente pianista en directo, Autónomos avanza con buen ritmo y hace un retrato divertido, cabaretero y relativamente dulce de las penas del autónomo. Desde las mentiras que se cuentan a quienes andan fuera y que hablan de cumplir sueños, cambiar el mundo y la segunda venida de los unicornios (hilarante escena de una Ted Talk inspiracional con un orador a medio camino entre todos los gurús de autoayuda que conozcáis); a la realpolitik de tener que buscar gestor, hacer todos los papeles, pagar cuotas, impuestos y, claro está, tener clientes, la parte más complicada y a menudo olvidada en los libros de autoayuda para emprendedores.
Àlex Martínez y Andreu Rami no solo tienen tablas, vis cómica y capacidad de improvisación, sino que además saben cómo ganarse al público. Sus escenas se suceden con fluidez y, a menudo, se intercalan con divertidísimos vídeos de noticieros ficticios que nos ponen al día de la actualidad.
El resultado es una comedia en estado puro, cargada de gags, con toques de farsa, algunos zascas y unas cuantas verdades, todo servido con cercanía y canciones en directo. Una especie de terapia de grupo de risoterapia para autónomos y una fábula de obligado visionado para quienes se lo están planteando.
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